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La feria.
Un gran letrero verde parpadeante anunciaba la entrada del estacionamiento.
Justin había prometido traerme a la feria, así que esta tarde fue a mi casa a decirme que en la noche iríamos.
Estuve pensando en como sería pasar una noche entera en la feria con Justin; claro, no como una persona obsesiva, sólo en como sería.
Entramos al estacionamiento y Justin aparcò en el lugar más cercano a la feria.
—Listo —se desabrochó su cinturon de seguridad y me sonrió—. Espera.
Se bajó del carro y corrió a mi puerta para abrirla. Extendió su mano para que yo la tomara y así lo hice, después salí y caminamos a la feria.
—¿Qué quieres hacer primero ángel? —besó mi mejilla.
—Bueno... —me callé cuando pasamos por un puesto de tiro y vi un hermoso oso.
—¿Quieres ese oso? —lo señaló y me sonrió.
—No se... —jugué con mis dedos. La verdad si lo quería, pero que tal si Justin no podía conseguirlo; seria un desastre.
—Uhm, espera aquí —soltó mi mano y fue decidido al puesto.
Lo vi jugar la primera ronda y no pudo. La segunda. A la tercera supe que sería tardado y busqué un lugar para sentarme. Minutos después con un poco de cansancio llegó Justin hacia mí con el grande y café oso.
—¿Lo conseguiste? —corrí hacia él para acariciar al oso.
—Algo parecido... Intente tantas veces que el señor me tuvo lástima y me lo dio —se le ruborizaron las mejillas.
—Ow Justin es tan hermoso —tomé su rostro en mis manos y besé su nariz—. Muchas gracias.
Tomé su mano y recorrimos más puestos. Pasamos por un algodón de azucar, y luego vi otro puesto que me llamaba a jugar.
—Ahora juguemos en los aros —dije entusiasmada.
—¿Realmente quieres hacerlo? Ahí nunca ganas nada —con su mano sacudió su cabello.
—El punto es divertirte ¿no? —Justin asintió un poco confundido—. Eso es lo que haré.
Tomé a Justin de la manó y lo jalé.
Cuando llegamos al puesto de los aros, giré para ver a Justin, pero al verlo no pude contener la risa por como se veía; justin cargaba el oso, pero este aparcaba(abarcaba) todo su cuerpo. No lo niego, se veía gracioso y lindo a la vez.
—¿De qué te ries? —me preguntó mientras bajaba el oso.
—Nada —rodeé los ojos—. Crees que... —señalé el juego.
Era un poco penoso para mí pedirle dinero a Justin, era mucho peor, pero él insistió en querer pagar todas las cosas y todos los juegos. No lo culpo por querer hacer eso, de hecho lo comprendo. La familia de Justin es una de la <<alta sociedad>> por llamarlo así, en pocas palabras, rica. Yo no he ido más que dos veces a su casa; la primera vez fue el día en el que iriamos al cine, pero por otras razones ya no llegamos y vimos una pelicula en su casa. La segunda, fue una cena que ansiaba tanto la mamá de Justin. Esa tarde sin duda, fue una de las tantas <<vergonsozas>> veces para mí. En fin, desde ese día solo vámos a su <<casa de vacaciones>>, como la suelen llamar los Bieber. Y ahora, tenía la fija mirada de Justin sobre la mía.
—No hasta que me digas de que, o quién, te reías —se cruzó de brazos, haciendo que se notaran más sus increíbles biceps. Y puso su cara de malo, aunque eso no lo veía parecer así, para mí se veía aún más sexy.
Dí un grito ahogado, mientras me tapaba la boca, como si su comentario me hubiera ofendido.
—Oh Justin ¿cómo desconfías de mí?
—¿Te reías de mí, verdad? —me dio una mirada fulminante.
—No… Bueno, tal vez, pero es que te ves tan lindo cargando el oso —froté su mejilla.
—Bien —cambió su mohín por una hermosa sonrisa.
Le sonreí de vuelta y fuimos a jugar.
Después de jugar un rato y no conseguir nada, finalmente decidí probar otro juego. Las pistolas de agua se veía entretenido y, bueno, fácil.
—¿Crees que podamos intentar? —señalé el juego.
—Claro, pero después yo escojo lo siguiente.
—No hay problema —le guiñé el ojo y me senté en una silla para participar.
Mis contrincantes eran: Justin, y un pequeño niño que, probablemente tenía cinco años. Él muchacho dio la señal para empezar a dispararle al circulo y elevar el muñeco. Fui rápida y tomé la delantera, pero casi al momento de llevar la mitad, la campana sonó anunciando al ganador. Volteé a mi izquierda en donde se encontraba Justin, pero él no había sido el ganador, así que la última opción era el niño. No se como sucedió, pero ese niño ganó. Un poco desepcionada, me levanté de la silla y Justin tomó mi mano.
—No te preocupes nena, cuando regresemos yo ganaré este juego por ti. ¡Ahora ven! Guardé lo mejor para el final —me dijo emocionado Justin.
Corrí junto a Justin a la rueda de la fortuna. Mi corazón latió tan rápido que comencé a agitarme. Esto era tan hermoso, subir en una pequeña rueda gitatoria con él amor de tu vida; definitivamente no había nada mejor.
Justin pagó y esperamos nuestro turno para subir. Cuando pasé a sentarme el vagón se movía, se me hacía un poco difícil estar estable en ese lugar. Coloqué al oso de mi lado derecho y Justin se sentó a mi lado izquierdo. Estuvimos hablando y, es que, al lado de Justin no había momento silencioso, siempre había algo de que hablar. Luego llegó la esperada vista desde el punto más alto.
—Es lindo poder ver las estrellas desde aquí —dije casi en suspiro.
—Y es aún más hermoso verte tan feliz y, poder ver ese resplandor en tus ojos bajo la luz de la luna —acarició mi pómulo.
—Siempre tan romántico —Tiré de Justin hacia mí de manera que nuestros labios apenas se rozaban—. Eres tan especial para mí.
—Tú has sido la mejor cosa que me ha pasado en la vida. Soy él hombre más afortunado de este planeta, y eso es por tenerte a mi lado —unió nuestros labios en algo que tanto amaba; incluso mucho más que el chocolate; un beso.
Adoraba la forma en la que nuestros labios enbonaban, era casi como si estuvieran destinados a estar juntos. La forma tan cordinada en la que ambos nos besamos, siempre cuando uno u otro lo quería. Incluso amaba la forma en la que Justin me besaba cuando me interrumpía al momento de estar a la mitad de una platica. Todo a su lado siempre era perfecto.
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